En el
transcurso del siglo XVI, y bajo el gobierno de Carlos V, los españoles
emprendieron sucesivas expediciones para conquistar y colonizar las
tierras descubiertas por Colón. Estos hombres valerosos no se limitaron a
explorar las más apartadas regiones, sino que poblaron el inmenso
escenario americano y difundieron sobre los pueblos aborígenes su
sangre, su religión y su cultura.
El
descubrimiento, la conquista y la colonización de América se
caracterizaron por ser empresas populares; allí el esfuerzo individual o
privado sobrepaso la acción oficial de la Corona. Sus fines eran ocupar
las tierras en nombre del rey, explorar las riquezas naturales y
convertir a los aborígenes al catolicismo.
Los
conquistadores españoles fueron, en su mayoría hombres humildes, rudos e
ignorantes. Guiados por el afán de lucro, pero también por un sincero
espíritu religioso, estos valerosos aventureros afrontaron todos los
peligros y desafiaron todos los riesgos. Exploraron y dieron sentido de
unidad a todo un continente.
La
obra evangelizadora de la Iglesia se hizo presente desde el primer
momento y los religiosos, que en algunos casos hasta precedieron a los
conquistadores, fueron los encargados de convertir a los indígenas al
catolicismo. Esta conquista espiritual acerco al indio a la civilización
occidental y cristiana, transformo sus creencias paganas, modifico sus
ideas y sus costumbres, ayudando a la conformación de una nueva cultura,
la Cultura Criolla o Americana.
El
encuentro entre españoles e indígenas origino un lógico y natural choque
producido por las diferencias en las costumbres y en la cultura, que
termino con la victoria de los europeos, no por destrucción sino por
asimilación.
Es
preciso reconocer que la conquista española en América se extendió desde
México y las Antillas hasta las soledades patagónicas, y que en tan
variado territorio y diversidad cultural no pudo desarrollarse un
proceso único y general.
Existieron
lugares, como en Paraguay, donde el medio geográfico y propicio influyo
sobre la fusión de las razas. En Chile, en cambio, las guerras
adquirieron caracteres de extrema crueldad y los indios destruyeron
ciudades enteras y sacrificaron a sus habitantes.
Los
conquistadores hallaron civilizaciones indígenas muy dispares. No
podemos comparar el grado de adelanto a que llegaron los aztecas o los
incas, con las tribus de la región del Plata; de allí que hubo españoles
afortunados, como Pizarro y Cortés que, si bien sostuvieron cruentas
luchas, tuvieron la satisfacción de triunfo. Otros, en cambio, murieron
olvidados en las intrincadas selvas o sus cadáveres fueron arrojados a
las profundidades del mar infinito.
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